El ritmo de la música sólo iba en aumento, y la oscuridad podía sentirla en los huesos.
Momentos de lluvia donde sólo pensaba en el instante que el sol volviera a tocar la tierra y la brisa detuviera su baile. Ella, no podía parar, solo las manos que se entrelazaban con las suyas la sostenía en la tierra, consiente. La música paro dos segundos y fue cuando algo en ella se elevó, el pianista retomo la marcha y ella ya pisaba sobre los asistentes, bailaba sin tener en cuenta que sus pies ya no eran sostenidos por alguna superficie y aquel ser desconocido ya no entrelazaba sus manos, hizo de la melodía su brújula y de su mente, su nuevo hogar. En el suelo, o a su alrededor, nadie se dio cuenta de todo lo que sucedía en el interior de aquella alma. Su mirada estaba cerrada, ya casi para siempre pero su alma poseía una nueva vista del panorama. Sonrió. Confiaba en sí misma y en el amor que se tenía. Aún en su mundo se despidió del que estaba a su alrededor y decidió habitar uno nuevo, más allá de las puertas del salón, uno que no poseía paredes ni límites. Quizás estaba loca o simplemente era libre. Después de aquel día, solo había un nuevo comienzo, una nueva luz iluminaba sobre sus sienes y había un nuevo pigmento entre sus dedos para pintar. Ya no llevaba calzado y su vestido solo era una tela rasgada. Cada noche puedo escuchar en el bosque una voz que habla con el, ahora no se siente tan solitario.
1 Comentario
Sebastian
10/31/2020 02:14:24 pm
Sin palabras, su manera de expresarse es inefable, espero con ansias leer más textos de su autoria. :)
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